viernes, 22 de julio de 2016

Carutti: Arquetipo y cualidad

Impresionante, el tratamiento caruttiano de la Casa XII y los planetas en esa ubicación. No tanto a nivel astrológico, que también, sino como descripción de los arquetipos, en todas sus facetas, "positivas", "negativas" y lo que queda en medio. Y, más allá de esos arquetipos, la cualidad de la energía que los conforma.
Para comprender.

domingo, 10 de abril de 2016

Carutti: Lo esencial

Lo esencial de Carutti, en una charla imprescindible: "Carutti completo".
Se trata de un vídeo, pero no consigo postearlo.
Dejo, pues, la referencia

https://m.youtube.com/watch?sns=fb&v=lrjLN_8O1Ek

domingo, 21 de febrero de 2016

La energia transpersonal

Un fin de semana de trabajo con la energía transpersonal, de la mano de Martina Carutti.
Un seminario de un nivel, una profundidad y una importancia difíciles de exagerar. Y es que Martina tiene el don de traducir, de "traer a la tierra" la inmensa y compleja visión de Eugenio, y convertirla en una herramienta práctica -eminentemente práctica- de trabajo interior -y exterior, por cierto-, sin por ello desvirtuarla en lo más mínimo.
Un regalo para los que hemos estado allí. Y un "deber" para los próximos tiempos: Martina nos debe un libro sobre el tema.  Se lo he reclamado en la despedida, y me ha asegurado que lo escribirá.
El tema merece difusión. Toda la posible.
En primer lugar, porque los tres planetas transpersonales son, obviamente, los menos comprendidos de la Astrología. Y, en segundo lugar, porque el potencial renovador y transformador que trae la comprensión y la progresiva incorporación de esas energías es de crucial importancia. Para el individuo y para el colectivo. Y más allá...

miércoles, 17 de febrero de 2016

Más allá de Carutti...



Eugenio Carutti,  Creador de  Casa XI y mentor

Eugenio Carutti no ha creado, rigurosamente, una escuela de astrología. Ha creado una escuela, digamos, de reeducación perceptiva, de la cual, la astrología, o la mirada astrológica,  puede ser la base, pero que al final se convierte solo en otra herramienta al servicio de la evolución de la conciencia. Conciencia entendida como núcleo de percepción de  identidad que va integrando poco a poco todo lo que ha excluído y que le llega como destino.
El salto evolutivo que propone semejante forma de practicar la astrología, o mejor dicho, el mérito de haber sido capaz de reconocer en la astrología una herramienta al servicio de un cambio de percepción, no tiene parangón con ninguna otra escuela o forma de hacer astrología que conozca. En ese sentido, dudo que en los próximos años surja una escuela de astrología de la profundidad y el calado que ha creado Carutti. Surgirán muchas escuelas que reflejen en variados sentidos la necesidad de experimentar la  energía de los planetas transpersonales  en la astrología, pero solo algunas escuelas que se conviertan en instrumentos de transformación y mediación entre las energías transpersonales y la psique. La Casa XI creada por Carutti es un instrumento de mediación. De descentramiento vicularizante. Carutti representa en astrología lo que Jung lo ha sido para la psicología. Carutti ha creado escuela, y en esta escuela han surgido astrólogos que han comprendido e integrado su trabajo  y  que lo harán evolucionar de muy distinta manera,  igual que después de Jung aparecieron un sin fin de corrientes y psicólogos que se nutrieron y se inspiraron de su obra y que evolucionaron a partir de ella. 
Pero es este a partir de lo que quiero hablar aquí. Solo he leído artículos y textos de dos profesores de la Casa XI y en los dos he encontrado una integración y una comprensión vasta profunda del mensaje de Carutti. Una es Martina Carutti y otro es Alejandro Lodi. Ambos tienen sus respectivos blogs  con artículos ( https://alejandrolodi.wordpress.com/articulos/)  (http://martinacarutti.blogspot.com.es) que animo a leer desde aquí. En ambos blogs encontrarán distintos artículos sobre los temas principales y sobre todo el proceso que se enseña en Casa XI, algunos de los cuales, hemos referido en este mismo espacio.
Sin embargo, leyendo una selección de algunos artículos de ambos astrólogos y autores me he topado con la sensación de que esa necesaria evolución y síntesis más allá del terreno astro-psicológico conquistado por Carutti no ha llegado. Que ambos están aun bajo la sombra y la luz de su mentor. Probablemente porque la revolución perceptiva que propone, que lleva años experimentar e integrar, no sólo conceptualmente,  sino sobre todo, en esto consiste el programa de la escuela, experimentalmente, aun está por vivirse, y por lo tanto, no será superable hasta que se viva.
Este proceso experimental coincide en muchos puntos con la idea de un astrochamanismo del que ya hablamos con anterioridad en este espacio, ya que tiene como base común un movimiento en el mecanismo perceptivo, algo que ha sido trabajado por los chamanes de todas las tradiciones. En este sentido, la astrología tiene exactamente la misma función. 


Martina Carutti,  psicóloga analítica, astróloga y mentora en Casa XI

Pero esta percepción de estar aun bajo la sombra del padre (literalmente,  en el caso de Martina) no es meramente de carácter sensitivo. No es que yo lo sienta o me lo parezca. Es también una constatación al analizar el desarrollo de los mismos conceptos que proponen en sus escritos, de cómo lo hacen y de que conclusiones derivan de los mismos. En el caso de Martina Carutti, probablemente por su formación psicológica tanto como por la configuración de su propio mandala zodiacal,  hay menos interés en una discusión teórica sobre los pilares conceptuales que vertebran la obra de Carutti y más interés en hacerlos permeables y asequibles a sus repercusiones psicológicas, es decir, a sus efectos en la psique y en la vida.  En el caso de Alejandro Lodi se constata una evolución de sus primeros artículos a los últimos en el sentido de un tránsito de un marco teórico  abstracto y a otro mas pragmático y más concreto, sobre todo mas crítico con los quistes subjetivos y personalistas que infectan el tejido del mundo de la astrología psicológica, aunque también la crítica se hace extensible a otros muchos ámbitos, no necesariamente relacionados con el mundo de la astrología, pero sí, inevitablemente, con el mundo de los arquetipos.
En todos sus artículos, tanto de Martina como de Alejandro,  hay una base conceptual formidable, y un proceso cognitivo lúcido y a veces, no siempre, brillante, pero aun no se saborea un signo inequívoco de pensamiento propio. Es decir, de integración con el propio destino. Esto es comprensible, porque si la luz que aporta aun el revolucionario enfoque de Carutti no ha sido aun debidamente comprendida, menos lo es la sombra que corresponde a semejante luz. 
Pero eso es otra cuestión, y por supuesto, mi propio enfoque. Hay un artículo de Lodi, Apuntes sobre una astrologia del siglo XXI, publicado anteriormente en este mismo espacio, que presenta un desglose  y síntesis (traducida y en su estilo) del cambio perceptivo que supone el enfoque psico-astrológico de la Casa XI. Las conclusiones a las que llega se corresponden, lógicamente, a su propia idiosincrasia, pero no son conclusiones muy lejanas a las que se ven también en los diálogos que ha mantenido con su mentor, publicados dentro de su propio blog. En estos diálogos es donde mejor se puede observar, usando la lente adecuada,  este vivir aun bajo la luz,  y por lo tanto bajo la sombra, del padre. Cosa que de alguna forma aun hacemos todos los que hemos reconocido lo que Carutti está realmente haciendo a través de la herramienta de la astrología. 


Alejandro Lodi, escritor, astrólogo y mentor en Casa XI

Pasar un largo periodo a la sombra de este gigante es inevitable porque su tamaño es su tamaño, pero el algún punto hay que cuestionar incluso los fundamentos de su misma revolución copernicana. Cuestionar no significa negarlos sin ninguna base porque una vez asimilados son ya incuestionables, sino averiguar si aun es posible llegar todavía más lejos de la propia Casa XI,  y del entorno que significa. Por supuesto, este ir mas lejos no es una tarea que pueda realizar ningún ego, sino que dependerá enteramente de cual sea el destino de cada astrólogo. Es posible que el destino de muchos astrólogos formados en el fértil suelo de la  Casa XI sea, en los próximos decenios, traducir en distintos registros perceptivos la profundidad y la extensión del mensaje de Carutti, que por supuesto, no es el mensaje de Carutti, sino el mensaje de lo que ha percibido Carutti, y que definitivamente, ha sido y sigue siendo algo distinto. Una Realidad Vinculante.
Y no es que Carutti haya roto el molde y haya descubierto América. Chamanes o budistas contemplan esta realidad vinculante y  trabajan dentro de su sistema un cambio de percepción para adecuarse en todo lo posible a ella desde hace miles de años. Lo que ha hecho Carutti es decir sin tapujos que la astrología es un tipo de mapa que enseña el camino a un cambio perceptivo. Carutti no ha reinventado la astrología, simplemente ha  percibido y explicado su función más profunda. Y su función mas profunda es expresar como funcionan los distintos registros perceptivos, como se asocian, y como es posible integrarlos poco a poco en cada ciclo a través de una apertura y permeabilización progresiva de la conciencia. Esto por resumir, porque el destino de este hombre consistía en ser un genio inspirador para otros muchos.
Carutti nos ha inspirado. Nos ha enseñado la realidad vincular en un lenguaje que al contrario que las tradiciones orientales, vibra con la propia idiosincrasia de nuestra cultura occidental. Ha situado el lugar exacto en el que se ha enquistado la conciencia humana (entre cáncer y leo) y a partir de ahí,  ha intentado explicar o traducir lo que está mas allá de ella. Y también, porque es necesario, lo que es necesario hacer para crecer a una percepción que sea capaz de percibir la realidad como un todo vincularse adecuadamente con ella y dentro de ella. 
Lo que pueda haber más allá de Carutti en astrología es, para mí,  un misterio. Habrá evidentemente, significaciones y aplicaciones sin número. Pero serán, la mayoría,  desde este enfoque astrológico.


Carutti hablando sobre la vincularidad y la inteligencia planetaria

Personalmente, no estoy interesado en las formas que adopte la astrología a partir de su aporte. Lo que me ha enseñado la astrología de Carutti es,  sobre todo, a reconocer el mecanismo del mandala zodiacal, como representación occidental de otros mandalas que por una cuestión cultural, siempre me fueron mucho menos comprensibles. Me ha enseñado a ver en el propio zodiaco el mandala arquetípico de la psique occidental.
Una vez reconocido este mecanismo, existen multitud de opciones. Uno puede optar por convertirse en un buen astrólogo al servicio del cambio del registro perceptivo, dado que toda forma de practicar astrología es practicar siempre una forma de percepción, o puede aplicar este insight a multitud de otras áreas mientras contempla por el rabillo del ojo que implicaciones astrológicas tienen. Personalmente me inclino por esto último por varias razones. Primera, porque creo que adentrarse en el océano del mundo astrológico conlleva el inevitable encuentro con las corrientes y las marismas de una arbitrariedad que aun se encuentran en este mundo, y con las que tengo muy poca paciencia para convivir pacíficamente. Es decir, las posturas arbitrarias que aun existen en la astrología, me sacan de mis casillas, porque hay tantas posturas como auto-justificaciones de los respectivos egos de los astrólogos. Segunda, y mucho mas importante, porque considero mucho mas interesante que aplicaciones reales puede tener, fuera del contexto astrológico, practicar este cambio de percepción. Además,  fuera de este contexto, es mas fácil poner a prueba todas esas cosas que se refuerzan y se reafirman cuando uno nada con los mismos peces. 
Nada más puedo decir. De momento, como tantos otros, a nivel astrológico, vivo aun bajo la sombra de Carutti. Pero con ac en capricornio esto no durará mucho porque mi destino es convertirme en un padre para mí mismo. Esto me exigirá, llegado el momento, dejar atrás todo lo que estoy aprendiendo con él. Someterlo a examen, que en términos vitales significa entregarlo en manos del destino y de la vida para que lo verifique. Como me ha sucedido siempre, lo que la vida no considere oportuno guardar el registro en mi propia memoria celular, no me interesa, o me dejará de interesar pasado un tiempo.  Pero esto aun, a día de hoy, es mucho decir.

Lodi, apuntes sobre una astrología del siglo XXI

https://alejandrolodi.wordpress.com/2014/07/07/ponencia-en-mallorca-apuntes-sobre-una-astrologia-del-siglo-xxi/

Alejandro Lodi
(Julio 2014)
(Ponencia en el XXXI Congreso Ibérico de Astrología, realizado en Palma de Mallorca, España, en junio de 2014. Agradezco a Brisa Fiama Ferrante por la grabación y a Lucía Brizuela por su trabajo de transcripción).
image

Mi intención hoy aquí es proponer un ámbito de introspección y meditación acerca de lo que podríamos llamar “una nueva Astrología”. No para entrar en polémica, no para demostrar que una es verdadera y las otras falsas, sino para intentar percibir si la astrología puede aportarnos herramientas para comprender y significar los tiempos que vivimos.
Mi supuesto -que espero sea compartido por ustedes- es que vivimos tiempos de profundos cambios. Este tiempo de la humanidad es un tiempo muy especial y yo quisiera ubicar este cambio en cierta evolución de proceso. Tiempo donde los reyes abdican, los papas abdican. De hiper-conectividad. La comunidad global ya no es un concepto, sino una evidencia. Cualquiera con su móvil saca una foto de este evento y se podrá ver en Transilvania o en cualquier lugar del mundo inmediatamente. De modo que hay cuestiones que ya no son conceptuales sino vivenciales. Y están ocurriendo en el presente.
Y además estamos viviendo un tiempo donde el sentido de nuestras vidas, la dirección de los procesos parecen estar en crisis. Estamos viviendo un tiempo desencantado. Por un lado, son buenas noticias. Vivir encantamientos no creo que sea provechoso. Pero vivir desencantados puede traer una angustia de falta de sentido. De modo que también son malas noticias.
No quiero que esto sea abstracto y teórico, ni conceptual, sino que fundamentalmente quiero que sea vivencial. Quiero que sea una experiencia compartida por sus propias percepciones. Aquí hay gente muy calificada y autorizada para abordar los temas que voy a presentarles, de modo que si digo tonterías ustedes me avisan, por favor…(risas). Mi enfoque va a ser tratar el tema desde el punto de vista psicológico, desde el punto de vista de la evolución de la conciencia. Voy a abordar este aspecto de la crisis actual. También podríamos, desde la astrología, abordar la crisis económica, la crisis política, pero no me quiero meter en problemas… (risas).
Creo que en el proceso de evolución de la conciencia humana se ha producido una alteración que ha generado todo un curso de dirección y sentido que es sincrónica a la aparición (al descubrimiento, mejor dicho) de los planteas transpersonales en la astrología.
Creo que, en su génesis, podemos ubicar esta crisis que estamos viviendo más o menos hacia 200 años atrás. Época en la que, con descubrimiento de Urano, aparece una gran novedad: la posibilidad de experimentarnos como individuos libres. Es sincrónico el descubrimiento de Urano con esta ocurrencia de la evolución humana. Inédita hasta este momento, o por lo menos sólo reservada a grandes personalidades, monarcas, etc. A partir de 200 años a esta parte, sentir y experimentarnos como individuos libres, diferenciados de condicionamientos familiares, religiosos, o pertenencias, se ha convertido en una experiencia mucho más globalizada y universal. De este punto de vista, hasta aquí el descubrimiento de los planetas transpersonales parece traer buenas noticias.
El descubrimiento del siguiente transpersonal, Neptuno, es sincrónico con el nacimiento de un niño en Viena, llamado Sigmund. Con Neptuno, el alma comienza a ser asociada al inconsciente psicológico. Ese es otro gran avance, que también libera de atavismos religiosos, y que permite entrar en toda una nueva dinámica del proceso psíquico. La mala noticia es que, con el inconsciente humano, aparecen las primeras heridas narcisistas: nuestras acciones y nuestra voluntad personal se revelan condicionadas por contenidos inconscientes que, en verdad, son fuente de nuestros deseos. El ideal de ser individuos libres comienza a ser cuestionado: todos  estaríamos condicionados por nuestro propio inconsciente. Igualmente, el yo se las arregla para convencerse de ir “por la conquista del inconsciente”: con una buena terapia lograré saber cuáles son los motivos profundos de mis deseos y podré entonces controlar mi voluntad.
image
Con el descubrimiento de Plutón, hacia mediados del siglo xx, aparece el tema de la pulsión. Y la pulsión es una dimensión inconsciente todavía más contundente. Rica y oscura. Tan transformadora como destructiva. Hay una poeta argentino de Buenos Aires, Evaristo Carriego, que tiene una poesía que dice: “En el fondo temible de tu alma anda suelto un espanto de fiera…”. Señoras y señores, esa es la pulsión…(risas). Y entonces aquí, con el descubrimiento de la pulsión y con la experiencia de la pulsión, el logro de la modernidad -el yo, la sensación de ser individuos autónomos e independientes- comienza a ser cuestionado, porque la pulsión parece imponerse a la voluntad del individuo. Por cierto, como el yo “no arruga fácil”, una forma de vivir Plutón es como “el poder de la voluntad personal para controlar la pulsión de la vida”. El siglo XX, en cierto modo, tiene que ver con esto. Y nuestra crisis actual -y con esto, por fin, cierro esta introducción- creo que tiene que ver con la crisis de esa ocurrencia humana: la de suponer que el yo, que el individuo separado de la corriente general de la vida, pueda controlar con su voluntad personal (a corto plazo puede ser, a largo plazo imposible) la fuerza misma de la vida.
Toda esta introducción (que terminó siendo un poco teórica, quizás) da paso al primero de los siete puntos que quería desarrollar con ustedes acerca de esta nueva astrología.

1)      Centro en el viaje de la conciencia
“Somos misterio en revelación, antes que certezas definidas…”
“Somos creatividad en realización, antes que creaciones realizadas…”
La astrología ofrece poner centro en el desarrollo de la conciencia. ¿Que significa esto? La astrología pondrá centro fundamentalmente en la experiencia transpersonal. Esto es, antes que poner foco en los luminares -en el Sol y la Luna como clave y centro de aquello que somos- poner centro en los indicadores transpersonales.
Y aquí me voy a valer de algunos autores. Me voy a valer de Ken Wilber. Un estudioso del desarrollo de la conciencia, que propone una evolución que va de lo prepersonal hacia lo personal y de allí hacia lo transpersonal. Esto no es un desarrollo voluntario, no depende de que uno quiera que ocurra. Esto es una dinámica propia del desarrollo de la conciencia. Es una fuerza que invita a liberarnos de condicionamientos pre-personales (diríamos, astrológicamente, de los condicionamientos lunares: la memoria, la pertenencia, los modelos, etc.), desarrollar conciencia personal (conciencia de individuo solar) y también a experimentar la crisis del sentimiento de ser “individuos separados de la corriente de la vida”. Y esa crisis invita a sentir que participamos de un proceso que excede nuestra voluntad personal; mas esotéricamente, podríamos decir que los propósitos de la personalidad comiencen a ser sensibles a los propósitos de alma. El alma sería una dimensión mas profunda de aquel ser que somos, que en verdad se vale de la identidad personal para poner de manifiesto sus propios propósitos. Los propósitos del alma se valen de los propósitos de la personalidad, no al revés.
Quiero decir, en concreto, en el trabajo de consulta somos testigos de que el yo “no se puede salir con la suya” y esto genera sufrimiento. El yo se choca con el destino. Es verdad, busca que el astrólogo le dé la receta para eludir el destino y poder “salirse con la suya”. Podemos ser ese tipo de astrólogos. Pero también podemos ser aquellos que inviten al consultante -y, en ese movimiento, a nosotros mismos- a cuestionar nuestros propósitos personales, ponerlos en suspenso, para ser sensibles a percibir qué se propone la vida con nosotros, antes que qué nos proponemos nosotros con la vida.
En general, lo que la vida se propone con nosotros viene de la mano con hechos del destino que no confirman nuestros deseos. Y esto es un giro radical en cuanto a cómo considerar el destino. Dando un salto, voy a enunciar lo que sería la conclusión final de esta presentación: fundamentalmente somos aquello que nos ocurre. Somos lo que el destino nos presenta. No aquel que se pelea con el destino y trata de torcer la voluntad del destino.
Quizás esto sea todavía esotérico, pero creo que si hacemos contacto con nuestras propias vidas tendremos seguramente ya la experiencia (acaso no los mas jóvenes, pero sí el resto) de que ciertos desvíos del destino nos fueron arrimando a propósitos muchos mas ricos y creativos que aquellos que nos proponíamos desde nuestra voluntad personal. Esto es, aceptando lo que la vida se propone con nosotros vamos en direcciones oportunas, nos conduce a buen puerto.
image
Para terminar definiendo este primer punto podríamos decir que, desde esta perspectiva, la astrologia nos invitaría a reconocernos como un misterio en revelación, antes que una certeza ya definida que está en la carta natal y que el astrólogo nos puede describir. Antes que decirnos  quiénes somos, la carta natal, el mapa natal, es justamente eso: un mapa que nos acompaña en el desarrollo de la revelación de eso que somos. Un mapa que nos guía en un territorio que se va haciendo mientras se va recorriendo. No es un mapa de un territorio que ya existe. No estamos ya hechos, sino que el territorio se va haciendo al mismo tiempo que es recorrido. Por eso digo misterio en revelación. Esto es mirada transpersonal. Desde la mirada estrictamente personal, esto que acabo de decir tiene que producir fastidio. Sólo puede ser tolerado si abrimos la posibilidad del misterio transpersonal de nuestras vidas.

2)      La energía del ser es la identidad más el destino
“Somos vínculo, antes que individuos…”

La energía es la identidad personal más el destino:
E = I + D
Parece la fórmula de Einstein… (risas), pero es de Eugenio Carutti. La energía del ser (E) -la energía que anima nuestra vida- se compone de la imagen personal que tenemos de nosotros mismos (I) -la identidad personal, aquello que creemos y estamos rotundamente convencidos que somos- más el destino (D). Siendo el destino los hechos de nuestra vida (todo lo que nos ocurre, absolutamente todo, no queda excluido nada) y los vínculos de nuestra vida (todos los vínculos de nuestras vidas, aún el más azaroso como el taxista que nos lleva hasta el hotel). Lo que profundamente somos no es la identidad o el destino, no es una cosa o la otra, sino que somos la imagen que tenemos de nosotros mismos y lo que le ocurre a esta identidad personal.
Esto lleva a reconocer que antes que individuos separados y aislados, somos vínculos. No existe la posibilidad de ser aislados. Desde este punto de vista, para encontrar niveles más verdadero de nosotros mismos ya no se trata de retirarse a lo alto de la montaña, aislarse del mundo y meditar, sino -tal como dice Krishnamurti- atender a lo que nos ocurre con nuestra pareja, con nuestros hijos y con nuestro vecino, porque ahí se está jugando lo más profundo que somos. Somos vínculo, no individuos, no seres separados.

3) Dinámica luz y sombra
“Somos dinámicos, antes que fijos”
Aquí vamos a valernos de alguien que ya ha investigado esto. Vamos a valernos de Jung y vamos a hablar del desarrollo de la conciencia como una dinámica de luz y sombra. ¿Qué significa “luz” y qué significa “sombra”? Es necesario resignificarlo. Esto no es nada nuevo. Esto es principio de polaridad de las leyes herméticas. Sin embargo, la polaridad la tendemos a vivir como polarización. ¿En qué sentido?  Siempre que nos dan opciones entre una cosa y la otra elegimos una e intentamos negar a la otra. Claramente entre estas dos vamos a elegir la luminosa:
polarización (diagrama)
Y allí hacemos juicio de valor. Definimos que “la luz es buena” por lo tanto “la sombra es mala”. Y allí perdemos contacto con la lógica de dinámica y entramos en la lógica de conflicto y tensión. La lucha entre un polo luminoso y un polo oscuro. Esta lucha y esta tensión, donde la luz intenta dominar a la sombra, vencerla (podemos usar calificativos más contundentes, como “exterminarla”) en pos de altos ideales de pureza, de autenticidad espiritual, etc., reproduce en forma de conflicto algo que, en verdad, es una dinámica de oscilación.
polaridad (diagrama)
Jung dice -y es muy verificable- que “esa” sombra se corresponde con (o es producida por) “esa” luz. A esa sombra le corresponde esa luz. No es posible “incorporar la sombra a la luz”, para ir así conformando un ser cada vez más luminoso, una “bola de luz” que termine ocupando todo el universo, sino que hacer contacto con la sombra -los aspectos negados, reprimidos, temidos, desconocidos de nosotros mismos- implica necesariamente cuestionar la luz, cuestionar la imagen que tenemos de nosotros mismos. No es posible controlar la sombra. Para poder disolver la sombra es necesario cuestionar la luz, aquello que creemos que somos. La sombra no es una conquista, es un proceso de transformación.
En la escala zodiacal, (“ante cualquier duda consulte al zodiaco”, podríamos decir nosotros) esto es profundamente la experiencia de Escorpio. Escorpio es la muerte de Leo, la muerte de la ocurrencia de ser un sujeto individual, separado de la corriente general de la vida. No es que “está mal Leo”, sino que lo que está mal es que Leo crea que es la culminación del viaje zodiacal. Leo es una fase del proceso. Necesariamente esa fase nos dice que debemos desarrollar una identidad singular, autónoma e independiente. Pero identificarnos con esa imagen llevará a un momento donde producirá dolor y tensión vincular. Por supuesto, la primera ocurrencia es -en ese dolor y tensión vincular- ver Escorpio como un campo de batalla en el que nos proponemos controlar la voluntad de los otros. Esta es una forma que tiene Leo de traducir Escorpio. Un poco distorsionada… (risas).
En verdad, Escorpio, antes que control, es circulación. Es muerte y circulación. ¿Muerte de qué? Fundamentalmente de la fijación en el estadio leonino, de la fijación en la ocurrencia de que somos la imagen que tenemos de nosotros mismos. Escorpio inscribe a esa imagen en una dinámica mucho más compleja: esa imagen recurrentemente habrá de morir para dar paso a otra imagen, que generará otra sombra… El motor de todo esto es el dolor. Mientras que la imagen que tenemos de nosotros mismos es placentera y no produce conflicto, allí permanecemos. Pero cuando el conflicto de sostener esa imagen resulta intolerable, allí aceptamos cuestionar -con la espada contra la pared- la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Por eso digo que es una dinámica. Aceptar esta dinámica implica aceptar justamente eso: que somos dinámicos y no fijos. Es muy fácil de decir y muy complejo de vivir. Queremos confirmar la imagen que tenemos de nosotros mismos. Es saludable y está todo bien. Sin embargo, eso implica el supuesto de que nos creemos fijamente esa imagen. Creemos que somos sólo eso. Y esa ocurrencia tiene ya un destino: conflicto vincular. Conflicto vincular implica contacto con la sombra.
image
Para ir a lo concreto, ¿qué es la sombra? Lo que dicen los demás de nosotros es la sombra. Sobre todo aquello que estamos convencidos que es injusto… (risas). Incluso aunque sea objetivamente injusto, si es dicho de nosotros es porque la luz lo está emanando. Sin que lo sepamos estamos irradiando eso, con lo cual el contacto con la sombra es antipático. Es Escorpio. Una recomendación: duden de los que incorporan sombra con toda alegría, porque es posible que hayan pasado a Sagitario haciendo un “by pass” de Escorpio… (risas). Y tranquilos, porque Escorpio no es la culminación del viaje. Después de Escorpio aparece Sagitario, aparece una sensación de identidad expandida. No “esa” luz expandida, sino otra luz que es capaz de contener aquella información que aquella luz no era capaz de contener. La nueva luz es capaz de integrar, contener información que aquella imagen de nosotros mismos no era capaz de contener. Así que la buena noticia es que después de Escorpio viene Sagitario. La mala noticia es que Leo no se puede salir con la suya en Escorpio… (risas).

4) Despliegue en el tiempo
“Somos cíclicos, antes que lineales”
Vernos y experimentarnos como una dinámica en el tiempo, no como estructuras fijas de nacimiento. Creo que la astrología del siglo XXI tendrá que prestarle mucha más atención a los tránsitos, a lo cíclico, que a definir y engolosinarse con descripciones de la estructura de la carta natal, del dibujo de la carta natal.
Debemos asumir que nuestra carta natal es una mera carta de tránsitos. Nuestra carta natal es un tránsito. No es algo definido, rutilante, importantísimo, a partir de lo cual “allí comenzó todo”, sino que es un instante fugaz, como éste que estamos viviendo ahora. Lo que somos es un tránsito. Viene de algún lado y va hacia otro lado.
De hecho, nuestra carta natal es un tránsito de la carta de nuestros padres. Aún siendo leonino, invoco a que experimenten la antipatía que nos produce sentir que somos simplemente un tránsito… (risas). Andamos construyendo pirámides, firmandos obras… ¡¿y somos sólo un tránsito?! Desde la mirada transpersonal, eso es una buena noticia. Desde la mirada personal, es una catástrofe.
Quiero llevarlo a la práctica concreta. En las consultas astrológicas esto nos llevaría a atender fundamentalmente en qué etapa de qué ciclo esté la persona viviendo lo que está viviendo, antes que asociar aquello que está viviendo a “tal planeta en tal casa de la carta natal”. Asociar acontecimientos con el encuentro de esa estructura de origen con un cierto momento cíclico. Cada momento cíclico es un momento de despliegue de ese misterio en revelación que somos. Esto lleva a la conclusión de que somos seres cíclicos, antes lineales. No es que nacemos en un punto y nos desarrollamos hasta otro punto -lapidario literalmente-, sino que el desarrollo de lo que somos es circular espiralado.
lineal - espiral
Nunca dejamos una experiencia definitivamente atrás. En cuanto creemos que dejamos una experiencia definitivamente atrás, se presentará en algún momento para ponernos a prueba. Es cómo tratar con una adicción. Todos somos adictos emocionales. El apego es una adicción, diríamos. Los budistas dicen que el ser humano es apego. Tenemos esta patología de adictos. Podemos vernos reflejados -en nuestro comportamiento- con aquellos que padecen adicciones. Punto número uno para un adicto: no suponer que ha dejado atrás su adicción, sino que es necesario saber que esa conquista es minuto a minuto. Y va presentarse en cualquier momento la escena que ponga a prueba el temple frente a la adicción. Para la lógica lineal esto es complicado. Para la lógica circular espiralada de la astrología no es nada complicado, sino que es natural: habrá un nuevo tránsito sobre el Ascendente, un nuevo ciclo de un planeta que se inicia, etc… De modo que, lo que aparece aquí es que somos cíclicos, antes que lineales.

5) Astrología como una alteración de la percepción
“Somos percepción, antes que ideas”
Desde este punto de vista, antes que un conocimiento que se suma a lo que ya sabemos, antes que engordar a nuestra identidad personal y hacer más sabia a esa imagen que tenemos de nosotros mismos, la astrología invita a una alteración de la percepción. ¿Qué significa esto? La astrología nos invita a descubrir que aquello que creíamos que éramos no éramos, que somos una realidad distinta a la que creíamos, y esto es una alteración perceptiva. No es información y no es conocimiento. Por supuesto, la astrología tiene conocimiento, sabiduría, filosofía e ideas, pero fundamentalmente la astrología es una conmoción en la percepción de la realidad externa e interna. Alteración de la percepción, no conocimiento. Y -sumando otra herida narcisista- alteración de la percepción, no mejoramiento personal. Todos hemos empezado a estudiar astrología para mejorar, para ser mejores personas, lo cual es un muy buen propósito, no lo estoy descalificando. Pero, en algún momento del camino, vamos a descubrir que la astrología nos está convirtiendo en “otra” persona, no en aquella que quiere mejorar. Dicho así, sintéticamente, parece una sanción bíblica… (risas).
Esto es, somos percepción, no ideas. Tenemos ideas, pero si esas ideas están en conflicto con lo que percibimos, habrán de entrar en crisis. Hay una dinámica entre percepción e ideas, que es necesaria aprender. Las ideas organizan una percepción, pero la sensibilidad perceptiva sigue su proceso y en algún momento excederá los bordes de nuestras ideas. Con lo cual, es para poner en observación si es deseable mantener las mismas ideas desde hace 40 ó 50 años. A eso llamamos “coherencia”, pero tenemos que empezar a sospechar de ello… (risas). Entonces somos percepción antes que ideas.

6) Una percepción multidimensional de la realidad.
“Somos resonancia inclusiva, antes que repliegues exclusivos”.
Esto sería, en la tradición hermética, básicamente el «principio de correspondencia».Cielovivencia psíquica y hechos concretos, están atravesados por una coherencia. Son diferentes dimensiones de la realidad, que responden unas con otras. No están disociadas. Por ejemplo, la forma de entender las leyes de la realidad, las formas de vivir a mi padre y el estado de mi columna vertebral, se corresponden. Es el principio simbólico de Saturno, decimos nosotros. Son distintos ordenes que vale la pena diferenciarlos -sería patológico no diferenciarlos-, pero sin embargo esas distintas dimensiones tienen una correspondencia.
image
Esto es -entre comillas- “lo mágico” de la astrología. Nos invita a percibir que no es que el cielo “cause” los acontecimientos de la tierra, sino que entre el orden del cielo y el orden de la tierra hay una correspondencia. Entre la percepción del mundo externo y la percepción del mundo interno hay una correspondencia. Y, aunque el mundo externo siga teniendo los mismos elementos, si hay un cambio en la organización interna, el mundo se verá de otra manera. Ese mismo mundo, con esas mismas personas, se verá de otra manera. ¿Qué se alteró allí? La organización interna, y a partir de ello se corresponde con una alteración de la percepción del mundo externo.

7) Síntesis con nuevas terapias
“Somos transformación, antes que confirmación”

La nueva astrología -o la astrología ajustada a los tiempos que estamos viviendo del desarrollo de la cultura y la conciencia humana- debe incluir y ser capaz de hacer síntesis con las nuevas terapias. Esto no es un anuncio, esto es algo que ya está ocurriendo. Conocí a varios de ustedes que me han hablado aquí de las constelaciones familiares. Algo que también está bastante desarrollado en Buenos Aires. La lógica del método terapéutico que desarrolló Bert Hellinger de constelaciones familiares invita a ver y a percibir que aquello que soy está absolutamente involucrado con el torrente y la herencia de mi estirpe familiar. Y que algunos conflictos que parecen imposibles de resolver, antes que tener que ver con mi vida, quizás tengan que ver con un suceso de la historia de mi familia ocurrido hace tres generaciones. Eso que quedó excluido, que quedó apartado u oculto, sigue reproduciéndose tres generaciones después y se manifiesta como un complejo en mi vida personal. Y esto se llama constelaciones familiares. Además tiene el buen gusto de utilizar esa palabra: “constelaciones”.
También está el trabajo con el cuerpo. Pongo como ejemplo a la bioenergética, el desarrollo de Alexander Lowen. Incluir el cuerpo dentro del proceso psíquico. Mi cuerpo habla y dice acerca de mis complejos emocionales y psicológicos. No está disociado cuerpo de emoción.
También hay otras variantes. Las experiencias de Stanislav Grof con estados expandidos de conciencia. Castaneda y la revalorización de chamanismo, la sabiduría terapéutica de los pueblos originales en América. Y la mirada de Ken Wilber creo que es muy  integradora y muy sintética con lo que estamos desarrollando en la astrología.
Este sería un poco el panorama. Disculpen lo apretado de la presentación. Son algunos tópicos -no son los únicos, habrán muchos otros más- que nos permiten dar un poco de visibilidad a lo que se llama cambio de paradigma. En realidad, es una alteración de los supuestos acerca de lo que creemos que es la realidad. Los supuestos sobre lo que creemos que es la realidad es lo que conforma un paradigma: un acuerdo perceptivo -diría Castaneda- acerca de qué es la vida.

Lodi acerca de revelaciones y desilusiones


https://alejandrolodi.wordpress.com/2013/09/20/acerca-de-revelaciones-y-desilusiones/
Alejandro Lodi
(Septiembre 2013)
image
«…Con la traslación típica, el yo (o sujeto) dispone de un nuevo modo de pensar sobre el mundo (o sobre los objetos); pero con la transformación, el yo mismo es puesto en entredicho, apresado y literalmente sofocado hasta la muerte…».

Ken Wilber, “Diario”.
«… Las almas más las horas, dan una vida que no puede quedarse…». 
Luis A. Spinetta, “Mundo disperso”.
La astrología implica una revolución perceptiva.
Esa alteración radical se inicia cuando la conciencia percibe que la realidad externa y la realidad interna son, antes que dimensiones separadas por fronteras objetivas, planos de manifestación de una misma realidad que se reflejan uno al otro. Yo y mi destino se corresponden. No como idea, sino como experiencia. No como especulación conceptual, sino como registro sensorial y sensible. Es evidente que reconocernos en lo que nos ocurre va a generar un colapso de la visión separativa de la realidad y, por lo tanto, una inevitable transformación de la creencia de que “soy la imagen que tengo de mí”.
La astrología estimula ese potencial revelador. Sin embargo, podemos habitar la astrología resistiendo esa revolución perceptiva. Lo hacemos (acaso necesariamente).
Cuando la correspondencia entre la organización del mundo interno y la percepción del mundo externo no es una constancia vivencial, entonces la astrología se convierte en un amasijo de símbolos arbitrarios que se ajustan a la necesidad emocional del astrólogo de confirmar su imagen personal.
Así, el potencial de la astrología como herramienta de transformación se banaliza en vehículo de traslación: la visión del mundo que el yo ya posee se traslada al menú de símbolos que la astrología provee. En esa traslación se ratifica el yo y se confirma el mundo. La astrología deja de sorprender y, por lo tanto, de amenazar. El yo puede jugar con la astrología sin riesgo alguno de revelaciones que obliguen a su transformación. La imagen personal de nosotros mismos (y de la realidad social) no es cuestionada y la conciencia no madura. Es la ilusoria paz del narcisismo, el reconfortante refugio de los niveles más regresivos de nuestra identidad. ¿Por qué ilusoria? ¿Por qué regresiva? Porque esa paz y comodidad a partir de ahora exigirá vivir en tensión permanente con el destino: ese futuro conspirador,  esas relaciones antipáticas, esos hechos que paralizan de miedo con sólo imaginarlos. El destino (futuro, relaciones, hechos) necesita ser controlado para que el yo sobreviva.
De este modo, la astrología puede ser practicada sin comprometer transformación alguna de la personalidad.
El juego “luz y sombra” del astrólogo se cristaliza. Pierde la elasticidad de experimentarlo como una dinámica vincular que abre niveles de creatividad, para tensarse en polos autogratificantes y autoconfirmatorios. Pertrechado en posiciones fijas, todo lo que ofrece la astrología es puesto al servicio del éxito de la luz. El triunfo de la luz en la lucha por la vida. La derrota de la sombra en la lucha por ser feliz.
En esta astrología de traslación, la dinámica luz y sombra queda desvirtuada en lucha de poder. Ese diseño del viaje de la conciencia, de polos en constante danza de revelación oscilante (y que llamamos dinámica luz y sombra), también queda banalizado.
Pero ¿qué es la luz? ¿Y qué es la sombra?
Como dinámica consciente-inconsciente (o identidad-destino, imagen personal-mundo vincular), “la luz” son aquellos contenidos que la conciencia reconoce como constitutivos de la personalidad, de esa imagen de sí que cree (está convencida) ser. Aquello que creemos ser (la luz) es una imagen mental-emocional compuesta por fragmentos de la totalidad del ser que somos (o, mejor, del cual participamos). La luz (la imagen personal con la que estamos identificados) necesariamente es fragmentaria, parcial y, por eso, insuficiente para contener lo que el proceso profundo del alma irá revelando. Y esa revelación es el destino: lo que ocurre a nuestro pesar o sin que lo hayamos elegido.
image
Esa imagen de sí no es, por fragmentaria y parcial, un error. No se trata de que “deberíamos ser otra cosa”. Nuestra identidad personal muestra las posibilidades vigentes de realización del ser. Y esto es tan cierto como que el destino habrá de desafiar a esas posibilidades manifiestas para que, de ese modo, se actualicen nuevas riquezas y talentos de nuestro misterio latente.
No siendo entonces un error, se trata simplemente de que esa imagen personal (la luz) es necesaria y funcional a un proceso profundo de la conciencia, proceso que estimulará revelaciones y emergencias que excederán esos bordes personales (el relato de la luz) y obligarán a asumir el incómodo trance de transformaciones de nuestra identidad personal (la destrucción del imaginario de la luz).
El destino revelará la sombra. El destino como sombra es el encuentro con otros que pondrá de manifiesto –de modos conmovedores y evidentes- lo desconocido de nosotros, la vivencia de hechos que nos despertarán al compromiso –de modos dolorosos e inapelables- con dones y gracias insospechadas.
Esa manera de vínculo con el destino (con el mundo externo, con lo que creo ajeno), abierta a lo trascendente, atrae a la conciencia hacia el fuego transformador: la orgánica aceptación de la muerte del yo, de esa imagen con la que estamos encantados y en la que estamos limitados. El encanto del ego es la barrera del alma.
Una astrología que invitara a reconocernos en el destino, necesariamente le pedirá a la conciencia transformar la imagen personal que se ha forjado de sí. Una astrología que propusiera abrazar al destino, inevitablemente alterará nuestra descripción del mundo. Esa astrología nos pedirá exponernos al miedo de la pérdida de nuestras certezas fascinantes, afrontar el pánico de que el mundo no sea aquel que necesitamos que sea. Esa astrología pondrá en evidencia que nuestro mundo de imágenes internas se refleja en (y es reflejo de) el mundo que creemos percibir “allá afuera”. La astrología como herramienta de transformación habrá disuelto la frontera entre “lo que yo soy” y “lo que creo que el mundo es”.
Personalidad y alma. Habitamos ambas dimensiones. En una dinámica semejante a un acto amoroso. La personalidad fija en la memoria aquello que será liberado, y que será nuevamente de algún modo condensado para ser luego liberado, y que será otra vez conservado para ser ahora liberado, y que será… En esa danza, la personalidad busca retener, el alma llevar hacia. El alma incita a la personalidad. La personalidad resiste aquello a lo que se entregará. Las revelaciones del alma desilusionan a las constricciones de la personalidad, y la libera hacia la realización de otra ola de misterio.
image
Existe una gracia dadora en el universo. Incluso existen guías que anuncian su nacimiento en nuestro corazón. Y, al mismo tiempo, los reyes magos son los padres.

Lodi acerca de apoderamientos y apropiaciones


https://alejandrolodi.wordpress.com/2013/04/20/acerca-de-apoderamientos-y-apropiaciones/
Alejandro Lodi
(Abril 2013)
06
Apropiar no es contener, sino retener. Antes que ricos, apoderarnos nos convierte en tensos captores. Apropiarse es no dejar ser, porque necesito que la realidad sea aquello que confirma mi imagen (y sus supremos ideales, orgullosas aspiraciones y épicas metas). Necesidad es condicionamiento. Libertad de percepción es inversamente proporcional a necesidad de confirmación narcisista.
Apropiarse es perder el contacto directo con la realidad y habitar prejuicios. Apropiarse es cerrar la percepción. Es ya saber qué debe ser percibido. Es pérdida de espontaneidad. Si necesito habitar una realidad que me ratifique, la percepción pierde frescura y gana automatismo. No percibo, sino que prejuzgo. No descubro, sino que confirmo. Para que la imagen personal que tengo de mí mismo no sea amenazada, necesito que el mundo “allá afuera” se ajuste a ella. El yo necesita controlar la información del mundo.
Apropiarse es una actitud existencial que vive en la perpetua excitación de la repetición. Es vincularse con la realidad y con los demás en la nerviosa tensión por confirmarse a sí mismo. Nuestros prejuicios sobre la realidad hielan la percepción. Nuestros prejuicios sobre la realidad queman de frío la sensibilidad. Nuestros prejuicios sobre la realidad nos condenan a un mundo cristalizado en certezas astilladas, seco de sentido trascendente, desolado de sorpresas. Nada libera más y expande tanto el mundo como la disolución de un prejuicio.
Apropiar es “traer para sí”, para que no pueda ser “de nadie más que de mí”. Apropiarse entorpece el flujo de creatividad con el objetivo de reproducir lo que la imagen de mí mismo necesita para permanecer igual. Apropiarse es una interferencia que congestiona la corriente del universo que propende a lo justo, revela lo verdadero y despliega lo bello.
Apropiarse es condicionar la fuerza de la vida, oponerle a sus propósitos nuestras intenciones.
Apropiarse es la evidencia del miedo en el que se constituye esa sensación de identidad separada que reconocemos como “yo”. El yo no comparte porque teme. El yo no deja libre porque necesita eternizarse. Es egoísta porque sufre miedo. El yo es pobre de amor y por eso anhela ser poderoso. Su anhelo de poder y control se corresponde con su pobreza amorosa constitutiva.
Apropiarse disminuye la posibilidad de circulación. Es confiar sólo en lo que puede ser controlado. Es no dejar libre. Es perder oportunidades creativas para ganar seguridades narcisistas.
Apoderarse restringe amor. Apropiarse es retirar amor de los vínculos, tornar opaco al otro.
El apoderamiento y la apropiación es Leo intentando prevalecer en Escorpio. Es el esfuerzo por conquistar la hegemonía del poder que mantiene hechizado al ego. Es el encanto por la supremacía absoluta que captura a la conciencia cuando permanece replegada en la sensación de ser un individuo separado y, por lo tanto, en conflicto permanente con otros individuos y con la corriente general de la vida.
La voluntad apropiadora es la demostración de la incapacidad constitutiva de ese yo individual conformado en Leo para aceptar la evidencia de que, en verdad, no resulta el centro protagónico del proceso de la vida. Esa identidad personal, ese centro leonino que fue necesario generar en determinado momento del desarrollo de la conciencia para poder diferenciarse de los condicionamientos más regresivos, se presenta ahora, en Escorpio, como obstáculo. El yo, que fuera una estimulante conquista para la realización de la conciencia, se convierte ahora en nuevo condicionamiento. El logro leonino se revela pesadilla escorpiana.
B33.TIF
Antes que controlar el flujo de la vida para perpetuarse a sí mismo, Escorpio pide a Leo entregarse a su propia transformación. La fase escorpiana del viaje de la conciencia simboliza el momento en el que experimentamos una pérdida de identidad que será vivida como muerte psicológica. Escorpio representa un desafío de amor que implica una muerte. Escorpio exige abrirnos a una complejidad existencial. Y, para dar cuenta de ella, el yo es insuficiente e inadecuado. Ese amor y esa muerte es un portal a la evidencia de un orden transpersonal, espiritual, sagrado.
La dimensión del amor necesariamente implica reconocer que el proceso de la conciencia (en el que estamos involucrados como personas individuales) es de naturaleza vincular, no individual.
El proceso de la conciencia es vincular. La individualidad es una fase de ese proceso. El destino de la conciencia individual es descubrirse vincular. El destino del individuo es descubrirse relación.
El amor habilita sentirse partícipe de aquello que no controlo. El control necesariamente muere. El control es una ilusión. El destino del control es la circulación. El sentido de la muerte es la circulación. Todo lo que parece haberse detenido, todo lo que parece haber asegurado reproducirse a sí mismo por siempre, en algún momento volverá a circular. Todo lo que logra fijarse en una forma, morirá. El destino de lo que se ha separado es volver a reunirse. La omnipotencia -el poder todo- es miedo a la muerte. Es miedo a la circulación. Es miedo al amor.
La identidad separada sólo confía  en sí misma, necesita apropiarse, apoderarse, controlar. Su capacidad de amar esta condicionada por esa desconfianza, por ese miedo. Se siente a sí misma épica para justificarse en ese miedo, para justificar no entregarse (porque entregarse es someterse), para justificar no confiar (porque confiar es ser engañado), para justificar apropiarse (porque sino me lo quitará algún otro).
Sólo ama (confía, se abre) lo que la confirma. Sólo se ama a sí misma.

El yo cree que controlar es un triunfo y dejar circular es derrota.