miércoles, 17 de febrero de 2016

Lodi, apuntes sobre una astrología del siglo XXI

https://alejandrolodi.wordpress.com/2014/07/07/ponencia-en-mallorca-apuntes-sobre-una-astrologia-del-siglo-xxi/

Alejandro Lodi
(Julio 2014)
(Ponencia en el XXXI Congreso Ibérico de Astrología, realizado en Palma de Mallorca, España, en junio de 2014. Agradezco a Brisa Fiama Ferrante por la grabación y a Lucía Brizuela por su trabajo de transcripción).
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Mi intención hoy aquí es proponer un ámbito de introspección y meditación acerca de lo que podríamos llamar “una nueva Astrología”. No para entrar en polémica, no para demostrar que una es verdadera y las otras falsas, sino para intentar percibir si la astrología puede aportarnos herramientas para comprender y significar los tiempos que vivimos.
Mi supuesto -que espero sea compartido por ustedes- es que vivimos tiempos de profundos cambios. Este tiempo de la humanidad es un tiempo muy especial y yo quisiera ubicar este cambio en cierta evolución de proceso. Tiempo donde los reyes abdican, los papas abdican. De hiper-conectividad. La comunidad global ya no es un concepto, sino una evidencia. Cualquiera con su móvil saca una foto de este evento y se podrá ver en Transilvania o en cualquier lugar del mundo inmediatamente. De modo que hay cuestiones que ya no son conceptuales sino vivenciales. Y están ocurriendo en el presente.
Y además estamos viviendo un tiempo donde el sentido de nuestras vidas, la dirección de los procesos parecen estar en crisis. Estamos viviendo un tiempo desencantado. Por un lado, son buenas noticias. Vivir encantamientos no creo que sea provechoso. Pero vivir desencantados puede traer una angustia de falta de sentido. De modo que también son malas noticias.
No quiero que esto sea abstracto y teórico, ni conceptual, sino que fundamentalmente quiero que sea vivencial. Quiero que sea una experiencia compartida por sus propias percepciones. Aquí hay gente muy calificada y autorizada para abordar los temas que voy a presentarles, de modo que si digo tonterías ustedes me avisan, por favor…(risas). Mi enfoque va a ser tratar el tema desde el punto de vista psicológico, desde el punto de vista de la evolución de la conciencia. Voy a abordar este aspecto de la crisis actual. También podríamos, desde la astrología, abordar la crisis económica, la crisis política, pero no me quiero meter en problemas… (risas).
Creo que en el proceso de evolución de la conciencia humana se ha producido una alteración que ha generado todo un curso de dirección y sentido que es sincrónica a la aparición (al descubrimiento, mejor dicho) de los planteas transpersonales en la astrología.
Creo que, en su génesis, podemos ubicar esta crisis que estamos viviendo más o menos hacia 200 años atrás. Época en la que, con descubrimiento de Urano, aparece una gran novedad: la posibilidad de experimentarnos como individuos libres. Es sincrónico el descubrimiento de Urano con esta ocurrencia de la evolución humana. Inédita hasta este momento, o por lo menos sólo reservada a grandes personalidades, monarcas, etc. A partir de 200 años a esta parte, sentir y experimentarnos como individuos libres, diferenciados de condicionamientos familiares, religiosos, o pertenencias, se ha convertido en una experiencia mucho más globalizada y universal. De este punto de vista, hasta aquí el descubrimiento de los planetas transpersonales parece traer buenas noticias.
El descubrimiento del siguiente transpersonal, Neptuno, es sincrónico con el nacimiento de un niño en Viena, llamado Sigmund. Con Neptuno, el alma comienza a ser asociada al inconsciente psicológico. Ese es otro gran avance, que también libera de atavismos religiosos, y que permite entrar en toda una nueva dinámica del proceso psíquico. La mala noticia es que, con el inconsciente humano, aparecen las primeras heridas narcisistas: nuestras acciones y nuestra voluntad personal se revelan condicionadas por contenidos inconscientes que, en verdad, son fuente de nuestros deseos. El ideal de ser individuos libres comienza a ser cuestionado: todos  estaríamos condicionados por nuestro propio inconsciente. Igualmente, el yo se las arregla para convencerse de ir “por la conquista del inconsciente”: con una buena terapia lograré saber cuáles son los motivos profundos de mis deseos y podré entonces controlar mi voluntad.
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Con el descubrimiento de Plutón, hacia mediados del siglo xx, aparece el tema de la pulsión. Y la pulsión es una dimensión inconsciente todavía más contundente. Rica y oscura. Tan transformadora como destructiva. Hay una poeta argentino de Buenos Aires, Evaristo Carriego, que tiene una poesía que dice: “En el fondo temible de tu alma anda suelto un espanto de fiera…”. Señoras y señores, esa es la pulsión…(risas). Y entonces aquí, con el descubrimiento de la pulsión y con la experiencia de la pulsión, el logro de la modernidad -el yo, la sensación de ser individuos autónomos e independientes- comienza a ser cuestionado, porque la pulsión parece imponerse a la voluntad del individuo. Por cierto, como el yo “no arruga fácil”, una forma de vivir Plutón es como “el poder de la voluntad personal para controlar la pulsión de la vida”. El siglo XX, en cierto modo, tiene que ver con esto. Y nuestra crisis actual -y con esto, por fin, cierro esta introducción- creo que tiene que ver con la crisis de esa ocurrencia humana: la de suponer que el yo, que el individuo separado de la corriente general de la vida, pueda controlar con su voluntad personal (a corto plazo puede ser, a largo plazo imposible) la fuerza misma de la vida.
Toda esta introducción (que terminó siendo un poco teórica, quizás) da paso al primero de los siete puntos que quería desarrollar con ustedes acerca de esta nueva astrología.

1)      Centro en el viaje de la conciencia
“Somos misterio en revelación, antes que certezas definidas…”
“Somos creatividad en realización, antes que creaciones realizadas…”
La astrología ofrece poner centro en el desarrollo de la conciencia. ¿Que significa esto? La astrología pondrá centro fundamentalmente en la experiencia transpersonal. Esto es, antes que poner foco en los luminares -en el Sol y la Luna como clave y centro de aquello que somos- poner centro en los indicadores transpersonales.
Y aquí me voy a valer de algunos autores. Me voy a valer de Ken Wilber. Un estudioso del desarrollo de la conciencia, que propone una evolución que va de lo prepersonal hacia lo personal y de allí hacia lo transpersonal. Esto no es un desarrollo voluntario, no depende de que uno quiera que ocurra. Esto es una dinámica propia del desarrollo de la conciencia. Es una fuerza que invita a liberarnos de condicionamientos pre-personales (diríamos, astrológicamente, de los condicionamientos lunares: la memoria, la pertenencia, los modelos, etc.), desarrollar conciencia personal (conciencia de individuo solar) y también a experimentar la crisis del sentimiento de ser “individuos separados de la corriente de la vida”. Y esa crisis invita a sentir que participamos de un proceso que excede nuestra voluntad personal; mas esotéricamente, podríamos decir que los propósitos de la personalidad comiencen a ser sensibles a los propósitos de alma. El alma sería una dimensión mas profunda de aquel ser que somos, que en verdad se vale de la identidad personal para poner de manifiesto sus propios propósitos. Los propósitos del alma se valen de los propósitos de la personalidad, no al revés.
Quiero decir, en concreto, en el trabajo de consulta somos testigos de que el yo “no se puede salir con la suya” y esto genera sufrimiento. El yo se choca con el destino. Es verdad, busca que el astrólogo le dé la receta para eludir el destino y poder “salirse con la suya”. Podemos ser ese tipo de astrólogos. Pero también podemos ser aquellos que inviten al consultante -y, en ese movimiento, a nosotros mismos- a cuestionar nuestros propósitos personales, ponerlos en suspenso, para ser sensibles a percibir qué se propone la vida con nosotros, antes que qué nos proponemos nosotros con la vida.
En general, lo que la vida se propone con nosotros viene de la mano con hechos del destino que no confirman nuestros deseos. Y esto es un giro radical en cuanto a cómo considerar el destino. Dando un salto, voy a enunciar lo que sería la conclusión final de esta presentación: fundamentalmente somos aquello que nos ocurre. Somos lo que el destino nos presenta. No aquel que se pelea con el destino y trata de torcer la voluntad del destino.
Quizás esto sea todavía esotérico, pero creo que si hacemos contacto con nuestras propias vidas tendremos seguramente ya la experiencia (acaso no los mas jóvenes, pero sí el resto) de que ciertos desvíos del destino nos fueron arrimando a propósitos muchos mas ricos y creativos que aquellos que nos proponíamos desde nuestra voluntad personal. Esto es, aceptando lo que la vida se propone con nosotros vamos en direcciones oportunas, nos conduce a buen puerto.
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Para terminar definiendo este primer punto podríamos decir que, desde esta perspectiva, la astrologia nos invitaría a reconocernos como un misterio en revelación, antes que una certeza ya definida que está en la carta natal y que el astrólogo nos puede describir. Antes que decirnos  quiénes somos, la carta natal, el mapa natal, es justamente eso: un mapa que nos acompaña en el desarrollo de la revelación de eso que somos. Un mapa que nos guía en un territorio que se va haciendo mientras se va recorriendo. No es un mapa de un territorio que ya existe. No estamos ya hechos, sino que el territorio se va haciendo al mismo tiempo que es recorrido. Por eso digo misterio en revelación. Esto es mirada transpersonal. Desde la mirada estrictamente personal, esto que acabo de decir tiene que producir fastidio. Sólo puede ser tolerado si abrimos la posibilidad del misterio transpersonal de nuestras vidas.

2)      La energía del ser es la identidad más el destino
“Somos vínculo, antes que individuos…”

La energía es la identidad personal más el destino:
E = I + D
Parece la fórmula de Einstein… (risas), pero es de Eugenio Carutti. La energía del ser (E) -la energía que anima nuestra vida- se compone de la imagen personal que tenemos de nosotros mismos (I) -la identidad personal, aquello que creemos y estamos rotundamente convencidos que somos- más el destino (D). Siendo el destino los hechos de nuestra vida (todo lo que nos ocurre, absolutamente todo, no queda excluido nada) y los vínculos de nuestra vida (todos los vínculos de nuestras vidas, aún el más azaroso como el taxista que nos lleva hasta el hotel). Lo que profundamente somos no es la identidad o el destino, no es una cosa o la otra, sino que somos la imagen que tenemos de nosotros mismos y lo que le ocurre a esta identidad personal.
Esto lleva a reconocer que antes que individuos separados y aislados, somos vínculos. No existe la posibilidad de ser aislados. Desde este punto de vista, para encontrar niveles más verdadero de nosotros mismos ya no se trata de retirarse a lo alto de la montaña, aislarse del mundo y meditar, sino -tal como dice Krishnamurti- atender a lo que nos ocurre con nuestra pareja, con nuestros hijos y con nuestro vecino, porque ahí se está jugando lo más profundo que somos. Somos vínculo, no individuos, no seres separados.

3) Dinámica luz y sombra
“Somos dinámicos, antes que fijos”
Aquí vamos a valernos de alguien que ya ha investigado esto. Vamos a valernos de Jung y vamos a hablar del desarrollo de la conciencia como una dinámica de luz y sombra. ¿Qué significa “luz” y qué significa “sombra”? Es necesario resignificarlo. Esto no es nada nuevo. Esto es principio de polaridad de las leyes herméticas. Sin embargo, la polaridad la tendemos a vivir como polarización. ¿En qué sentido?  Siempre que nos dan opciones entre una cosa y la otra elegimos una e intentamos negar a la otra. Claramente entre estas dos vamos a elegir la luminosa:
polarización (diagrama)
Y allí hacemos juicio de valor. Definimos que “la luz es buena” por lo tanto “la sombra es mala”. Y allí perdemos contacto con la lógica de dinámica y entramos en la lógica de conflicto y tensión. La lucha entre un polo luminoso y un polo oscuro. Esta lucha y esta tensión, donde la luz intenta dominar a la sombra, vencerla (podemos usar calificativos más contundentes, como “exterminarla”) en pos de altos ideales de pureza, de autenticidad espiritual, etc., reproduce en forma de conflicto algo que, en verdad, es una dinámica de oscilación.
polaridad (diagrama)
Jung dice -y es muy verificable- que “esa” sombra se corresponde con (o es producida por) “esa” luz. A esa sombra le corresponde esa luz. No es posible “incorporar la sombra a la luz”, para ir así conformando un ser cada vez más luminoso, una “bola de luz” que termine ocupando todo el universo, sino que hacer contacto con la sombra -los aspectos negados, reprimidos, temidos, desconocidos de nosotros mismos- implica necesariamente cuestionar la luz, cuestionar la imagen que tenemos de nosotros mismos. No es posible controlar la sombra. Para poder disolver la sombra es necesario cuestionar la luz, aquello que creemos que somos. La sombra no es una conquista, es un proceso de transformación.
En la escala zodiacal, (“ante cualquier duda consulte al zodiaco”, podríamos decir nosotros) esto es profundamente la experiencia de Escorpio. Escorpio es la muerte de Leo, la muerte de la ocurrencia de ser un sujeto individual, separado de la corriente general de la vida. No es que “está mal Leo”, sino que lo que está mal es que Leo crea que es la culminación del viaje zodiacal. Leo es una fase del proceso. Necesariamente esa fase nos dice que debemos desarrollar una identidad singular, autónoma e independiente. Pero identificarnos con esa imagen llevará a un momento donde producirá dolor y tensión vincular. Por supuesto, la primera ocurrencia es -en ese dolor y tensión vincular- ver Escorpio como un campo de batalla en el que nos proponemos controlar la voluntad de los otros. Esta es una forma que tiene Leo de traducir Escorpio. Un poco distorsionada… (risas).
En verdad, Escorpio, antes que control, es circulación. Es muerte y circulación. ¿Muerte de qué? Fundamentalmente de la fijación en el estadio leonino, de la fijación en la ocurrencia de que somos la imagen que tenemos de nosotros mismos. Escorpio inscribe a esa imagen en una dinámica mucho más compleja: esa imagen recurrentemente habrá de morir para dar paso a otra imagen, que generará otra sombra… El motor de todo esto es el dolor. Mientras que la imagen que tenemos de nosotros mismos es placentera y no produce conflicto, allí permanecemos. Pero cuando el conflicto de sostener esa imagen resulta intolerable, allí aceptamos cuestionar -con la espada contra la pared- la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Por eso digo que es una dinámica. Aceptar esta dinámica implica aceptar justamente eso: que somos dinámicos y no fijos. Es muy fácil de decir y muy complejo de vivir. Queremos confirmar la imagen que tenemos de nosotros mismos. Es saludable y está todo bien. Sin embargo, eso implica el supuesto de que nos creemos fijamente esa imagen. Creemos que somos sólo eso. Y esa ocurrencia tiene ya un destino: conflicto vincular. Conflicto vincular implica contacto con la sombra.
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Para ir a lo concreto, ¿qué es la sombra? Lo que dicen los demás de nosotros es la sombra. Sobre todo aquello que estamos convencidos que es injusto… (risas). Incluso aunque sea objetivamente injusto, si es dicho de nosotros es porque la luz lo está emanando. Sin que lo sepamos estamos irradiando eso, con lo cual el contacto con la sombra es antipático. Es Escorpio. Una recomendación: duden de los que incorporan sombra con toda alegría, porque es posible que hayan pasado a Sagitario haciendo un “by pass” de Escorpio… (risas). Y tranquilos, porque Escorpio no es la culminación del viaje. Después de Escorpio aparece Sagitario, aparece una sensación de identidad expandida. No “esa” luz expandida, sino otra luz que es capaz de contener aquella información que aquella luz no era capaz de contener. La nueva luz es capaz de integrar, contener información que aquella imagen de nosotros mismos no era capaz de contener. Así que la buena noticia es que después de Escorpio viene Sagitario. La mala noticia es que Leo no se puede salir con la suya en Escorpio… (risas).

4) Despliegue en el tiempo
“Somos cíclicos, antes que lineales”
Vernos y experimentarnos como una dinámica en el tiempo, no como estructuras fijas de nacimiento. Creo que la astrología del siglo XXI tendrá que prestarle mucha más atención a los tránsitos, a lo cíclico, que a definir y engolosinarse con descripciones de la estructura de la carta natal, del dibujo de la carta natal.
Debemos asumir que nuestra carta natal es una mera carta de tránsitos. Nuestra carta natal es un tránsito. No es algo definido, rutilante, importantísimo, a partir de lo cual “allí comenzó todo”, sino que es un instante fugaz, como éste que estamos viviendo ahora. Lo que somos es un tránsito. Viene de algún lado y va hacia otro lado.
De hecho, nuestra carta natal es un tránsito de la carta de nuestros padres. Aún siendo leonino, invoco a que experimenten la antipatía que nos produce sentir que somos simplemente un tránsito… (risas). Andamos construyendo pirámides, firmandos obras… ¡¿y somos sólo un tránsito?! Desde la mirada transpersonal, eso es una buena noticia. Desde la mirada personal, es una catástrofe.
Quiero llevarlo a la práctica concreta. En las consultas astrológicas esto nos llevaría a atender fundamentalmente en qué etapa de qué ciclo esté la persona viviendo lo que está viviendo, antes que asociar aquello que está viviendo a “tal planeta en tal casa de la carta natal”. Asociar acontecimientos con el encuentro de esa estructura de origen con un cierto momento cíclico. Cada momento cíclico es un momento de despliegue de ese misterio en revelación que somos. Esto lleva a la conclusión de que somos seres cíclicos, antes lineales. No es que nacemos en un punto y nos desarrollamos hasta otro punto -lapidario literalmente-, sino que el desarrollo de lo que somos es circular espiralado.
lineal - espiral
Nunca dejamos una experiencia definitivamente atrás. En cuanto creemos que dejamos una experiencia definitivamente atrás, se presentará en algún momento para ponernos a prueba. Es cómo tratar con una adicción. Todos somos adictos emocionales. El apego es una adicción, diríamos. Los budistas dicen que el ser humano es apego. Tenemos esta patología de adictos. Podemos vernos reflejados -en nuestro comportamiento- con aquellos que padecen adicciones. Punto número uno para un adicto: no suponer que ha dejado atrás su adicción, sino que es necesario saber que esa conquista es minuto a minuto. Y va presentarse en cualquier momento la escena que ponga a prueba el temple frente a la adicción. Para la lógica lineal esto es complicado. Para la lógica circular espiralada de la astrología no es nada complicado, sino que es natural: habrá un nuevo tránsito sobre el Ascendente, un nuevo ciclo de un planeta que se inicia, etc… De modo que, lo que aparece aquí es que somos cíclicos, antes que lineales.

5) Astrología como una alteración de la percepción
“Somos percepción, antes que ideas”
Desde este punto de vista, antes que un conocimiento que se suma a lo que ya sabemos, antes que engordar a nuestra identidad personal y hacer más sabia a esa imagen que tenemos de nosotros mismos, la astrología invita a una alteración de la percepción. ¿Qué significa esto? La astrología nos invita a descubrir que aquello que creíamos que éramos no éramos, que somos una realidad distinta a la que creíamos, y esto es una alteración perceptiva. No es información y no es conocimiento. Por supuesto, la astrología tiene conocimiento, sabiduría, filosofía e ideas, pero fundamentalmente la astrología es una conmoción en la percepción de la realidad externa e interna. Alteración de la percepción, no conocimiento. Y -sumando otra herida narcisista- alteración de la percepción, no mejoramiento personal. Todos hemos empezado a estudiar astrología para mejorar, para ser mejores personas, lo cual es un muy buen propósito, no lo estoy descalificando. Pero, en algún momento del camino, vamos a descubrir que la astrología nos está convirtiendo en “otra” persona, no en aquella que quiere mejorar. Dicho así, sintéticamente, parece una sanción bíblica… (risas).
Esto es, somos percepción, no ideas. Tenemos ideas, pero si esas ideas están en conflicto con lo que percibimos, habrán de entrar en crisis. Hay una dinámica entre percepción e ideas, que es necesaria aprender. Las ideas organizan una percepción, pero la sensibilidad perceptiva sigue su proceso y en algún momento excederá los bordes de nuestras ideas. Con lo cual, es para poner en observación si es deseable mantener las mismas ideas desde hace 40 ó 50 años. A eso llamamos “coherencia”, pero tenemos que empezar a sospechar de ello… (risas). Entonces somos percepción antes que ideas.

6) Una percepción multidimensional de la realidad.
“Somos resonancia inclusiva, antes que repliegues exclusivos”.
Esto sería, en la tradición hermética, básicamente el «principio de correspondencia».Cielovivencia psíquica y hechos concretos, están atravesados por una coherencia. Son diferentes dimensiones de la realidad, que responden unas con otras. No están disociadas. Por ejemplo, la forma de entender las leyes de la realidad, las formas de vivir a mi padre y el estado de mi columna vertebral, se corresponden. Es el principio simbólico de Saturno, decimos nosotros. Son distintos ordenes que vale la pena diferenciarlos -sería patológico no diferenciarlos-, pero sin embargo esas distintas dimensiones tienen una correspondencia.
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Esto es -entre comillas- “lo mágico” de la astrología. Nos invita a percibir que no es que el cielo “cause” los acontecimientos de la tierra, sino que entre el orden del cielo y el orden de la tierra hay una correspondencia. Entre la percepción del mundo externo y la percepción del mundo interno hay una correspondencia. Y, aunque el mundo externo siga teniendo los mismos elementos, si hay un cambio en la organización interna, el mundo se verá de otra manera. Ese mismo mundo, con esas mismas personas, se verá de otra manera. ¿Qué se alteró allí? La organización interna, y a partir de ello se corresponde con una alteración de la percepción del mundo externo.

7) Síntesis con nuevas terapias
“Somos transformación, antes que confirmación”

La nueva astrología -o la astrología ajustada a los tiempos que estamos viviendo del desarrollo de la cultura y la conciencia humana- debe incluir y ser capaz de hacer síntesis con las nuevas terapias. Esto no es un anuncio, esto es algo que ya está ocurriendo. Conocí a varios de ustedes que me han hablado aquí de las constelaciones familiares. Algo que también está bastante desarrollado en Buenos Aires. La lógica del método terapéutico que desarrolló Bert Hellinger de constelaciones familiares invita a ver y a percibir que aquello que soy está absolutamente involucrado con el torrente y la herencia de mi estirpe familiar. Y que algunos conflictos que parecen imposibles de resolver, antes que tener que ver con mi vida, quizás tengan que ver con un suceso de la historia de mi familia ocurrido hace tres generaciones. Eso que quedó excluido, que quedó apartado u oculto, sigue reproduciéndose tres generaciones después y se manifiesta como un complejo en mi vida personal. Y esto se llama constelaciones familiares. Además tiene el buen gusto de utilizar esa palabra: “constelaciones”.
También está el trabajo con el cuerpo. Pongo como ejemplo a la bioenergética, el desarrollo de Alexander Lowen. Incluir el cuerpo dentro del proceso psíquico. Mi cuerpo habla y dice acerca de mis complejos emocionales y psicológicos. No está disociado cuerpo de emoción.
También hay otras variantes. Las experiencias de Stanislav Grof con estados expandidos de conciencia. Castaneda y la revalorización de chamanismo, la sabiduría terapéutica de los pueblos originales en América. Y la mirada de Ken Wilber creo que es muy  integradora y muy sintética con lo que estamos desarrollando en la astrología.
Este sería un poco el panorama. Disculpen lo apretado de la presentación. Son algunos tópicos -no son los únicos, habrán muchos otros más- que nos permiten dar un poco de visibilidad a lo que se llama cambio de paradigma. En realidad, es una alteración de los supuestos acerca de lo que creemos que es la realidad. Los supuestos sobre lo que creemos que es la realidad es lo que conforma un paradigma: un acuerdo perceptivo -diría Castaneda- acerca de qué es la vida.

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