miércoles, 22 de abril de 2015

Sobre la arbitrariedad en la astrologia




Una de las cosas que hacen que la astrología no termine de tomarse en serio es su arbitrariedad. Es decir, el uso arbitrario que hace de sus criterios para homogeneizar significados y significantes que entran ya en el ámbito de las leyes de la correspondencia y la sincronicidad, y que por definición, no pueden ser y se resisten en ser homogeneizados. En su intento por homogeneizar interpretaciones y contenidos para resultar mas convincente, más científica,  la astrología se ridiculiza porque pierde en contacto con las fuentes mas íntimas y complejas de su sabiduría, y acaba cayendo en lo arbitrario  de las inclinaciones subjetivas del propio psiquismo del astrólogo.
La sabiduría de la Astrología, como cualquier otro tipo de saber esotérico, radica en comprender que se encuentra en el ámbito de un espacio y un lenguaje sagrado, y que la carta natal a levantar es siempre una configuración única e irrepetible en el universo, que sigue leyes universales pero que se manifiestan a través de una forma que no volverá a repetirse. Cada matriz zodiacal es un diseño, una manifestación del misterio creador  rica,  profunda y única,  pero cierto uso de la astrología evade la necesidad de adentrarse en el misterio de una carta de una forma abierta, receptiva y humilde, porque implica, ciertamente, reconocer que antes de una lectura uno ha de colocarse en una posición de no saber, para poder establecer un diálogo en tiempo real con el lenguaje con el que la carta se va mostrando y descubriendo a sí misma.
En vez de esto, una gran parte de la astrología (es decir, de los astrólogos), y no necesariamente la mas comercial y predictiva, la mas imbuida del virus del psicologismo, va en busca de comunes denominadores para significar lo que a priori está buscando, con la esperanza de que en todos los casos, o en la mayoría de ellos, se cumpla esa ley.  Habiéndolos encontrado, al astrólogo no le queda mas que rebozarse en una callada auto-complacencia que elude cualquier auto-crítica, y por tanto, cualquier posibilidad de crecimiento y aprendizaje en cada lectura.
Mas allá del absurdo de querer reducir la profundidad de la matriz zodiacal a la función diferenciadora de un Sol en Piscis, o la función afectivizadora de una Luna en Virgo, se querrá encontrar las pruebas astrológicas de que esa ley se cumple, ya sea la de la necesidad de un Neptuno fuerte para justificar la tendencia al alcoholismo, o una conjunción Luna-Marte para explicar la dificultad de exteriorizar la función afectiva de una forma no agresiva, o cualquier conflicto con la madre.
Sin negar que ciertos patrones de configuración parecen confirmar algunas tendencias y que estás parecen repetirse en algunas matrices zodiacales, la profundidad de cualquier matriz es tal, que sólo podremos llegar a estas conclusiones aislando y separando ciertos significados de otros, poniendo arbitrariamente nuestra atención en unos aspectos mas que en otros de la carta. Esta arbitrariedad se encuentra magnetizada por una necesidad de homogenización que le hace un muy flaco favor a la astrología. Que un astrólogo deje que su atención se polarice por cualquier configuración planetaria de la carta en sacrificio de otras,  en vez de preguntarse, desde una actitud verdaderamente mayéutica, cual puede ser la relación y la función de ese stelium en relación a todas las demás dimensiones de expresión de la matriz en esa matriz zodiacal determinada, es un acto que delata que está proyectando sus propias expectativas sobre la carta.
Así, el astrólogo, sin darse apenas cuenta, deja de estar abierto para convertirse en un cazador en busca de presa. No importa si lo que busca lo encuentra en la carta natal. Si no lo hace,  buscará en los tránsitos, en  las revoluciones y si es necesario, en la carta progresada, sabiendo que el lenguaje de la astrología es tal, que dificilmente no encuentre algún elemento en el que polarizar su lectura y que le confirme lo que ya busca de antemamo.
Esta polarización causada por la búsqueda de un criterio homogeneizante es lo que hace que la astrología no haga sino caer una y otra vez en criterios cada vez más arbitrarios, en los que unos dirán que te diste a la bebida por tu Neptuno en Sagitario  en cuadratura con el Sol en Piscis, mientras otros vean que tu problema esta en que cuando empezaste a beber,  tu luna progresada estaba en oposición con el tránsito de Urano sobre tu Plutón natal, que a su vez estaba en cuadratura con Júpiter en Cáncer, o vete a saber tú. 
De este modo, la sacralidad, la belleza, y la gravedad del hacer astrológico se pierde, se diluye en manos de una inmensa pereza y el hábito de no ser capaces de dejar atrás la tendencia de reducir la complejidad de todo hecho astrológico,  que se manifiesta en la profundidad de la matriz zodiacal,  al ámbito del psicologismo, del arquetipismo, o de cualquier -ismo del que sufren los astrólogos que aun no han descubierto que para levantar una carta adecuadamente uno no debe saber nada y mantener cierta actitud auto-crítica hacia las propias tendencias arbitrarias. 
No es que el astrólogo que vive de levantar carta tras carta no sepa nada, o haya ganado cierta experiencia en detectar sincronicidades en distintas matrices, sino que a la hora de levantar debería olvidar lo que sabe para que lo que es se le revele, en el propio lenguaje de la carta, entendiendo que la sabiduría no le pertenece a nadie mas que al Zodiaco mismo y a la Realidad que se expresa a través de su configuración mandálica.

1 comentario:

  1. A la Psicologia le esta ocurriendo lo mismo, en su afán de ser tomada en serio como ciencia, aplicando una metodología que no le es propia ni útil.
    Y es que, como decía un viejo psicólogo, lo que podemos medir no es lo importante, y lo importante no podemos medirlo.
    Por cierto, que nada en contra de usar todas las herramientas disponibles. Pero para lo que valgan.
    El sagrado lenguaje de la profundidad es... otra cosa.

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